Madrid al Sol.
MADRID AL SOL
Por Poliana Ponte.
Coja de esa manga, que yo sostengo la otra, me hubiera encantado
decirle como entrante, o unirme con mi carga de trapos sucios, para compartir.
O quizás, al ver su edad rebosante de caminos torcidos, y esa tez ennegrecida,
insistir: –Venga, déjeme, que lo acabo yo en un santiamén. Pero mis pies se
fundieron en el trocito de calle desde el que embelesada lo miraba tender.
Así tendía, así, así, así tendía que yo lo vi.
Con mimo, sacando minuciosamente cada prenda de ropa de una bolsa
de plástico blanca, dejada dispuesta en un banco. Con rutina. Con el sumo
cuidado de quien cuelga la ropa tratando de evitar que una mínima arruguita la
agarre con tesón. Chorreante de amor. Y tras alisarla, una vez puesta sobre la
valla que separa la calzada de la acera, su libre elección, metros y metros de
tendedero para él solo, volvía de nuevo a por su siguiente ronda; mientras yo
allí, clavada como una espina, inútilmente trataba de recordarme testigo de una
colada tan sentida y tan presente sin volver a la infancia.
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