Razón de ser (Poliana Ponte)
Vivir siendo un pasmarote te ancla a la emoción, la de
las pequeñas cosas. Las sientes como buñuelos rellenos de sorpresa. Lo más
insignificante lleva una pátina de novedad, de embeleso, de un guau sostenido
en el interior que va aumentando con los días hasta convencerte de que es la
mejor forma de estar vivo. Crecí oyendo eso de: –Pero hija, ¡no te quedes ahí mirando como un
pasmarote! Y yo permanecía de pie como una estaca tratando de entender qué se
escondía detrás de esa prohibición, o mejor dicho, qué diantre me tocaba hacer
después. Porque lo maravilloso de entonces era precisamente la ausencia de ese después. En esa época me llenaba el
detenimiento ante cada cosa que veía. Y vaya si me ponía las botas. –Y no estés tan seriaaa –remataban. Lo era, pero no por malestar, sino porque
mi interior se nutría del prodigio constante que presenciaban mis ojos lupa.
Por desgracia he ido perdiendo la vista, la candorosa, la telescópica, la
felizmente alelada. Ahora ni por la noche, ni únicamente los gatos; todo me resulta
pardo. Pese a que he aprendido a sonreír para compensar el descalabro de
aquellos noes.
Comentarios
Publicar un comentario